Sabe Dios que en este blog (ya lo he dicho alguna vez), no suelo tocar temas de actualidad salvo raras excepciones. Y claro, hoy va a ser la segunda de estas excepciones, si no llevo mal la cuenta.
Teresa Forcades i Vila es una monja benedictina que reside habitualmente en un monasterio de Montserrat, en Barcelona. La hermana Teresa es una mujer sumamente inteligente y preparada: es doctora en Medicina, hizo su especialización en los USA, y también estudió Teología en Harvard. Su curriculum está fuera de toda duda, y cualquiera puede comprobar sus dotes para la dialéctica en las decenas de videos que hay colgados en internet y en los que habla de las más diversas temáticas: desde los crímenes de las multinacionales farmacéuticas a la teología de la liberación, pasando por el feminismo y la teoría queer, así como el independentismo catalán y la protesta y el clamor por la justicia social y la pérdida de derechos de la ciudadanía. Todo esto sin despeinarse un pelo debajo de su toca de hermana de la orden de San Benito. A la hermana Teresa le han hecho entrevistas en múltiples medios de información, y ya empieza a sonar en el extranjero: The Guardian le ha dedicado un reportaje hace escasos días. Este humilde bloguero ha tenido la ocasión de escucharla durante casi dos horas esta semana en vivo y en directo, experiencia que me ha movido a romper mis costumbres y a decidirme a comentar algo fuera de mis temas habituales.
En primer lugar, está, por supuesto, la sensación de contradicción. ¿Cómo puede ser que una monja que afirma pertenecer orgullosamente a la Iglesia Católica vaya abiertamente contra muchas de sus posturas oficiales? (Aborto, homosexualidad, feminismo, por ejemplo). Esto es algo que yo era incapaz de comprender, y aunque sigo sin terminar de entenderlo, Sor Teresa se explicó en términos metafóricos de luchar o morir. Dijo Sor Teresa que ante la contradicción interna que supone el choque de unas vivencias personales que la tradición católica condena, caben tres opciones: o aguantarse y asfixiarse, o largarse de allí, o quedarse y luchar para que las cosas cambien. Ingenuo de mí, yo no sabía que esta última opción era válida en el seno de la institución. Por lo poco que sé, el Papa Juan XXIII, impulsor del Concilio Vaticano II, fue supuestamente asesinado, por no hablar de la condena explícita y en algunos casos la excomunión a las que fueron sentenciados los representantes de la teología de la liberación, como Leonardo Boff o Enrique Miret Magdalena. Pero por lo visto aún siguen gentes dentro de la Iglesia que no se resignan a la podredumbre de su armazón institucional y quieren un cambio radical.Por mucho que me conmuevan estas palabras y el acercamiento y el amor cristiano que nuestra monja profesa a todos los colectivos denostados por la doctrina oficial, no me va a convencer: para mí, el error es la Iglesia misma. La Doctora Teresa Forcades es Teóloga; yo soy Filósofo, y no hablamos el mismo lenguaje. El teólogo siempre tendrá ese as en la manga que es la fe, y siempre hablará desde una tradición que ha de seguir para poder argumentar, y que tiene a Dios por testigo. Por mi parte, filósofo de la escuela marxista y existencialista, a Dios lo matamos hace tiempo.La lógica tomista,uno de cuyos resortes fundamentales es la analogía, no nos vale: ya hemos avanzado mucho desde entonces, el siglo XX fue, entre otras cosas, el siglo de la lógica formal; el comunismo, la continuación racional del cristianismo de base ,(sobre esto es muy interesante el libro de ensayo de Albert Camus El hombre rebelde.) y la teología de la liberación del siglo XX, una suerte de síntesis hegeliana de ambos.
De todas formas, he de reconocer que la charla de Forcades me ha abierto una puerta de re-conocimiento de la Iglesia: una puerta que muestra que es una casa dividida, compartimentada, que da cabida a grupos elitistas y criminales como el Opus Dei y a otros movimientos de base, más sociales. Aunque está claro quién tiene la sartén (y la pasta), por el mango. En este sentido, se abren múltiples opiniones ante la actitud combativa de Sor Teresa: es acogida con entusiasmo y cariño entre grupos que han sido tradicionalmente despreciados, silenciados o condenados por la Iglesia, como los colectivos LGTB o los movimientos de izquierda radical (recordemos que ella, al igual que otros intelectuales españoles de izquierda, ha apoyado a Hugo Chávez), y condenada rotunda y despectivamente por sus hermanos en la fe más derechones, que no dudan en tacharla de absurda y en pedir a gritos su excomunión, negándole desde el machismo más repulsivo el derecho a llevar los hábitos que se ha ganado, despreciándola como si por ser mujer y religiosa fuera menos doblemente doctora. Sé de lo que hablo porque una somera búsqueda por internet nos dará estos resultados.
Finalmente, está la posición escéptica. Hay quien piensa que cómo es posible que la Iglesia no la haya mandado callar ya. Sor Teresa tiene medios a su alcance: es evidente que el dinero del que proviene su formación o es de su familia, o es de la Iglesia. Y es cara. Y que ahora mismo su actividad cuesta también su buen dinero: viajes, conferencias, reportajes, una secretaria particular. En algún blog de uno de estos señores hermanos en la fe a los que aludía antes, dechados de caridad y respeto, se dice sin tapujos que la monja lo que quiere es colgar los hábitos y medrar en política, pasando así de comer de la Iglesia a comer de la Generalitat catalana. Esto el tiempo lo dirá. En todo caso, pienso que si eso ocurre, muy taimada tendría que ser Sor Teresa para calcularlo así: pienso más bien que podría ser un cauce natural del curso de las cosas, más que un plan premeditadamente trazado. Se puede pensar así porque es el rumbo que han seguido sus precursores en los intentos de modernización, como ya hemos expuesto. Lo que servidor piensa es que posiblemente a la Iglesia le viene bien el lavado de cara que la posición excéntrica respecto de su dogma sostiene la monja. Posibles conversiones y más fieles, aunque sean díscolos en un principio. Bien mirado, mi argumento no tiene mucho sentido: no creo que a la Iglesia le interese que se llenen sus conventos de feministas ni marxistas covencidos y en lucha. Pero de momento, puede ser un movimiento estratégico de marketing para ganar prestigio, como la elección de Bergoglio para el papado.
La historia personal de Sor Teresa, como ella misma cuenta públicamente, es la de una conversión paulina, una conversión tardía. Posiblemente una persona inteligente y de gran agudeza mental que comienza a darse cuenta de que el mundo es frío, insensible y sin sentido (bienvenida a la realidad, amiga Teresa), y que siendo adolescente descubre los evangelios. De ahí a ser acogida entre las benedictinas median pocos años. Esto cuadra perfectamente con las ideas feministas de comunidad e independencia (relativa), de los hombres.
Aquellos que renegamos de la fe cristiana habiendo sido educados en ella desde nuestra infancia no podemos más que observar el hecho psicológicamente, aunque nos vengan con el argumento de la llamada de la vocación.Los evangelios pueden proporcionar valores, ética, sentido y ¿por qué no?, amor. Pero son mucho más que eso,son, representan y justifican cosas mucho peores.La verdad es que es una buena noticia que la Iglesia luche por ser una institución más humana, más fiel a su teoría, menos hipócrita, mafiosa y patriarcal. Comparto opiniones con la hermana Teresa, y mientras siga por este camino, la respeto y la defiendo. Pero no me hacen falta argumentos teológicos trinitarios ni de otra índole para estar convencido de que la monja defiende la causa correcta.
Corolario
Para mí, y de esto sí he hablado en este blog, el intento de justificar la existencia de un Dios omnipotente y bondadoso a la vez que existe también el Mal, es fuente de escepticismo suficiente para no creer en un Dios matemático; no digamos ya en mitos salidos de oscuros escritos basados en ancestrales y arcaicas tradiciones hebreas y egipcias.