martes, 24 de junio de 2008

Miseria

Miseria es tu nombre. Coloqué mi mano sobre tu espalda y sólo sentí tus huesos frágiles y livianos. Miseria, la carne ha huído de tí, la alegre materia ya no para en tu cuerpo escuálido. Hueles a miseria. Ese olor profundo, ese olor a no ducharte por miedo a que el agua lave la insigne porquería de tu piel áspera. Miseria. A través de tus ojos tus anhelantes vísceras se asoman, con un deje febril, en su movimiento de autoinmolación en el altar de la ruindad. Ay, miseria. De tanto temerla, al final la amaste.Te levantas llena de miseria, acompañada del odio, del rencor sordo.De envidia, de codicia, de maldad. Al poco rato, tu ya escaso cuerpo empieza a hervir de rabia. Y así pasas la jornada. Se te han agarrotado las manos, convertidas con el tiempo en zarpas. Estás atrapada en la miseria, porque ya se ha convertido en tu compañera de tormento dulce y despiadado, ya no puedes vivir sin ella. Ya no comes, ya no duermes, sólo queda la miseria y la fiebre, que es la que te levanta cada día, la que te hace caminar, la que hierve tus huesos y te consume. Yo no puedo ser rival- para tu inseparable compañera.

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