miércoles, 6 de enero de 2010

Nostromo

Una gota cae por el patio y resuena, hueca, metálica, lejana. Silencio. El aire que entra por la ventana abierta corta como un cuchillo helado. Silencio.La disciplina del cuerpo se repite, por enésima vez, igual que todas las demás veces, y se precipita sobre el banco de ejercicios, luego sobre el agua de la ducha, luego sobre el olor de la comida haciéndose en la plancha. Silencio, ahora roto, siempre roto por el cuchicheo al cual los oídos ya no prestan atención, de la radio. Sopor. Silencio. Cuerpo enmarañado en las entrañas de una manta vieja. Silencio.Aroma de  té especiado, de  tabaco con hachís, de papel de libro voluminoso. Silencio interrumpido por el crujir de la tarima del suelo, por una  conversación al teléfono, por un hondo y gutural suspiro. Jarro de agua fría y vuelta al silencio. Televisión, mute on. Más silencio. En las vísceras de la noche, ya sí que no oye nada más que el leve teclear.
Y a la mañana siguiente...silencio.

(nota: este texto fue expuesto en la exposición de Casa Attelier en Toledo, como se puede ver en las imágenes de la invitación y el catálogo:
 

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