lunes, 3 de septiembre de 2012

Apuntes de un museo al natural

Abril

Todos estos jóvenes se pudren ante mis ojos, día tras día.Entran aquí con el brillo de su juventud en sus rostros y en sus corazones, pero en el fondo, llevan la semilla de lo que realmente son escondida en el seno de su ser.Y pasan los días y la semilla germina y florece, y los va transformando.
La belleza huye. Sólo era un frágil cascarón.

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Este sitio tiene mucho de manicomio, de hospital; cuando ante mí pasan enfermos, tullidos, o débiles mentales que aúllan,no les miro, no me sobresalto;sólo echo una ojeada disimulada y rápida para asegurarme de que todo está en orden y espero a que desaparezcan por la siguiente puerta, sin mostrar ni un asomo de curiosidad, ni ningún otro sentimiento.Impasible como el celador de un centro psiquiátrico, sombra amorfa en una cárcel de Piranesi que ha cobrado realidad.


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Oda a mis compañeros
(esos hijos de puta)

Viejo equipo oxidado, que sin embargo, es capaz de unirse ante el reto del funcionamiento,y haciendo un ruido de mil demonios, como el motor descacharrado de un coche antiquísimoy maltratado por el tiempo y los elementos, hace su función, hace su función, hace su función. Así son las piezas de un motor vetusto: cada una diferente de las otras, cada una escupiendo una música diferente, un estruendo sordo de matrimonio que hace tantas décadas que discute, que ya no se escucha, ...y sin embargo, se mueve.

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Ellos

Al fondo del pasillo languidece, sentado, las piernas colgando de la silla ridícula.Por más horas, días, cervezas y encuentro sociales, conversaciones que pasen; por más que los años, y estos tiempos de mierda se empeñen en que nuestros caminos aún no se hayan separado; por más que hayamos envejecido y sigamos envejeciendo, no sé si por obstinación tuya, mía o de ambos, somos y seguiremos siendo los mismos extraños.Cada amanecer borra de nuestro recuerdo lo hablado en la jornada anterior.

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