martes, 2 de febrero de 2010

Medusas de humo

Las medusas de humo que brotan lenta e ininterrumpidamente del extremo del cigarrillo se expanden por la habitación, mudas y cadenciosas.De vez en cuando, distraídamente, con aire más bien fatalista, echo un ojo a la pantalla del teléfono móvil, que permanece oscura y callada.Sé que no me vas a contestar. Para ser más exactos, sé que no voy a ser contestado por nadie.Ni por la persona de carne y hueso que ha debido recibir ese mensaje anacrónico y absurdo, ni por la persona a la que de verdad iba dirigido ese mensaje. La primera me detesta (sic).La segunda simplemente no existe.Es tan sólo mi imaginación la que me hace malas pasadas y se apoya en recuerdos tomados como felices, recuerdos muy pequeños, muy breves, muy subjetivos. Recuerdos que no son de mentira, pero casi.La distancia y la melancolía hacen el resto.Y mi testarudez.
Un pequeño suspiro que casi fue intuición, pero fue real, a fin de cuentas. Tu aire ausente al darte el ojo de tigre engarzado en plata y al abrochártelo sobre esa nuca inhumana.Estabas tan feliz de tenerlo, de tener, que yo no era absolutamente nada para tí. Podría seguir hablando de tí durante horas y más horas, pero... ¿para qué...?
Los antiguos griegos decían que las mujeres se asemejaban a las perras, que comían y comían sin llegar jamás a la saciedad.

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