sábado, 3 de julio de 2010

La ilusión del control

Un día de verano,al caer la tarde, la madre manda al niño al jardin provisto de una regadera pesada y enorme para que riegue los macizos de flores.
El niño obedece de mala gana y arrastra el armatoste lleno de agua hasta el borde del primer macizo. Una vez allí, mira las flores con fastidio. Entonces, en su mente, nace una idea que comienza a cobrar certeza. Él tiene toda una regadera , y las plantas necesitan ser regadas para subsistir. Si no vertiese el preciado líquido, las flores se secarían, se morirían de sed y se marchitarían hasta desaparecer de la faz de la tierra. El niño, de pronto, se siente muy poderoso,como un dios que tiene en sus manos el poder de dar o quitar la vida. Deja la regadera en el suelo y comienza a jugar, corriendo en torno del macizo de flores.
-¡Sin mí no podéis vivir!¡Sin mí, pronto estaréis todas muertas!- canturrea mientras corre describiendo círculos, perdido en la embriaguez del juego y en la euforia del poder absoluto. -¡ Yo decido si vives o mueres!- repite mientras ríe, y de vez en cuando, se detiene para hacer un gesto de victoria hacia un público invisible.
Después de un rato, para al sentir las frías gotas de una tormenta de estival que ha comenzado a formarse sin que lo advirtiera, tan excitado estaba con su nuevo descubrimiento. Mientras la lluvia arrecia, oye a la madre que lo llama desde la casa. Pero algo lo hace detenerse a mirar, mientras los chorros de agua comienzan a resbalar por su frente, sus mejillas y su camiseta, hacia las flores, que reciben el agua del cielo con una delicada reverencia de sus hojas.

(idea original: Bill Watterson)

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