domingo, 27 de diciembre de 2009

Un libro, una ciudad, un mapa

Las palabras del libro se filtran, sin que pueda evitarlo, por entre los dedos abiertos, y se deslizan, perezosas, lentas, serpenteando como anguilas de tinta, hacia la ventana. Arlt vaga por las calles de la ciudad que palpita en la ribera del Río de la Plata.Yo ya no estoy en mi ciudad. Estoy en esa urbe brutal que Arlt recorre, y que es su ciudad, que es mi ciudad también, que se ha escurrido del papel a la ventana, de la ventana a mis ojos, cuando me asomo a la ventana, puedo ver el episodio que Arlt está narrando en su Aguafuerte en esa misma calle. Inquieto, miro un mapa en la pantalla del ordenador, que ronronea, cansado. Veo Buenos Aires, veo Ciudad de La Plata; y al otro lado, vetusta, digna, enclavada como en el otro vórtice de la existencia, Montevideo.

De allí salió un hombre, llamado Onetti, en dirección a Buenos Aires, que leyó y conoció a Arlt. Luego ese hombre viajó a Madrid, muchos años después, donde murió. Onetti se vio influido por la honestidad visceral y asalvajada de Arlt. Por su feroz desesperanza de vivir y por su honradez y fidelidad al habla verdadera.O eso dicen. Ahora sus discipulillos se pelean por saquear la tumba del maestro. Yo no puedo saberlo si no es comprobándolo, y para eso, tendré que asaltar la fortaleza de Onetti.

Me dispongo a seguir confundiendo, con Arlt, las dos ciudades que ya no son sino una, temeroso del momento en el que me adentre en el territorio fantasmal del uruguayo, porque de una región inventada, se sabe cómo se entra, pero no cúando ni cómo se sale...

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