Algunas veces en la noche-Piedad, quién tendrá piedad de nosotros.
Sobre esta tierra, quién tendrá piedad de nosotros. Míseros, no tenemos un Dios ante el que postrarnos, y toda nuestra pobre vida llora.
¿Ante quién me postraré,a quién hablaré de mis espinos y mis zarzas duras, de este dolor que surgió en la tarde ardiente y que aún es en mí?
Qué pequeñitos somos, y la madre tierra no nos quiso en sus brazos y henos aquí acerbos, desmantelados de impotencia.
¿Por qué no sabemos de nuestro Dios?
Oh, si Él viniera un atardecer y quedamente nos abarcara con sus manos las dos sienes...
Roberto Arlt, El juguete rabioso
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