Pobre miserable, rezándole a un hueco, rogándole a un agujero, a un bostezo de la Nada, a una piedra en lugar de a un corazón.
Pobre desgraciado, pensando aún y después de tanto tiempo y tantas mentiras, que aún se puede sacar sangre de los nabos.
Pobre ser hecho de barro, todo el cuerpo le tembló con un latigazo de dolor cuando el desamor volvió a cernirse nuevamente sobre él.
Pobre niño tonto, jugó con una Lamia- y la Lamia lo degolló.
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