De aquellos días conservo el recuerdo de un inmenso cielo resplandeciente sobre horizontes de casas pequeñas y encaladas, de fábricas de muros rojos, y adornando los confines :surtidores de verdura, cipreses y arboledas en torno de las cúpulas blancas de la necrópolis (....)Caminaba así, estremecido de sabrosa violencia. Parecíame escuchar los rumores de una fiesta nocturna; en lo alto los cohetes derramaban verdes cascadas de estrellas, abajo reían los ventrudos genios del mundo y los simios hacían juegos malabares en tanto que reían las diosas escuchando la flauta de un sapo.
Roberto Arlt, El juguete rabioso
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