sábado, 30 de enero de 2010

700 páginas de Arlt

700 páginas de Aguafuertes Porteñas y algunas españolas y africanas.
Han sido alrededor de dos meses (puede que más), de lectura.
Todo descansa en el criterio del autor de la antología.
Al principio, el escritor es "entrañable". como algún compatriota moñesco lo ha definido en su blog. Habla en tono costumbrista sobre los barrios, el ambiente y las gentes de Buenos Aires. Hace mucho uso de la ironía y de la sorna.Poco a poco los aguafuertes nos van adentrando en panoramas más sombríos. Muestran a un hombre con una gran sensibilidad social, pero al tiempo, completamente descreído de la posibilidad de redención de la raza humana. Es un Camus salvaje y brutal al que las florituras éticas y morales le traen bastante al fresco. Su mordacidad descarnada va tirando contra todo: la política (no cree en la democracia), la misoginia (pinta a las mujeres con durísimas pinceladas de acritud), el mundo editorial y cultural porteño (se adivina, o nos quieren hacer adivinar, una portentosa rabia y envidia contra escritores que lo tuvieron más fácil.) Arlt presume de ser un periodista a pie de calle, un cronista del mundo real que retrata el mundo real, que es atroz. Sus estandartes son la sinceridad y la falta de pelos en la lengua. Habrá que tener claro desde el primer momento que ningún escritor puede permitirse el lujo de ser sincero, así que no sabemos hasta qué punto llega la insinceridad. Al final, uno tiene la sensación de que Arlt no es en absoluto la voz del pueblo indignado, sino simplemente la voz de la razón indignada con el pueblo humano en general.Se nos ofrecen también algunas aguafuertes en las cuales el autor habla de la vida cultural y literaria o hace alguna finta crítica que no llega a ser erudita, pero que demuestra que no era el patán que algunos le acusaban de ser. Dos aguafuertes cierran el mayoritario bloque de temática porteña: una, terrible, se titula "Insomnio". La segunda habla sobre los sentimientos del hombre que vaga por las calles un día nublado. Ambas nos hablan de la la muerte, y en estos términos: "la diferencia entre estar muerto y estar vivo es escasa, sólo que los muertos se aburren probablemente menos."

Para cerrar esta antología, tenemos las aguafuertes españolas y africanas. En las primeras, en rigurosa tradición de periodismo de denuncia social, Arlt se va a faenar con los pescadores de sardinas en Cádiz y a las entrañas de una mina de carbón en Asturias.Cuando sale de Buenos Aires, se nota que no está en su salsa y flaquea bastante;las descripciones que hace de Galicia y Andalucía pecan de tópicas, y de precisamente lo que él denunciaba en el panorama tanto novelísitico como social: no saber mezclarse con la realidad de las gentes, y caer en un folclorismo a ratos incluso ridículo.
La antología se cierra con un relato en Tánger, lugar que Arlt retrata con bastante más crudeza y menos tópicos preconcebidos. Es la última pincelada, la pincelada maestra con la que nos conquistó cuando escribió su enorme El Juguete rabioso: toda la fealdad, la roña, pelo, barro, basura, de pronto ascienden por obra y gracia de este hombre magnánimo, a los cielos de la redención, aunque estén condenadas desde el principio de los tiempos.

Arlt, precursor e influencia de Onetti, se dejó morir, o eso dice lo que cuentan sobre él. Lo extraño, según esta antología, es que él mismo no finalizara con su vida.¿O su labia porteña finalmente nos engañó de forma insincera...?

miércoles, 6 de enero de 2010

Nostromo

Una gota cae por el patio y resuena, hueca, metálica, lejana. Silencio. El aire que entra por la ventana abierta corta como un cuchillo helado. Silencio.La disciplina del cuerpo se repite, por enésima vez, igual que todas las demás veces, y se precipita sobre el banco de ejercicios, luego sobre el agua de la ducha, luego sobre el olor de la comida haciéndose en la plancha. Silencio, ahora roto, siempre roto por el cuchicheo al cual los oídos ya no prestan atención, de la radio. Sopor. Silencio. Cuerpo enmarañado en las entrañas de una manta vieja. Silencio.Aroma de  té especiado, de  tabaco con hachís, de papel de libro voluminoso. Silencio interrumpido por el crujir de la tarima del suelo, por una  conversación al teléfono, por un hondo y gutural suspiro. Jarro de agua fría y vuelta al silencio. Televisión, mute on. Más silencio. En las vísceras de la noche, ya sí que no oye nada más que el leve teclear.
Y a la mañana siguiente...silencio.

(nota: este texto fue expuesto en la exposición de Casa Attelier en Toledo, como se puede ver en las imágenes de la invitación y el catálogo: