martes, 29 de noviembre de 2011

El último romano

Uno de los personajes que me han acompañado durante estos últimos meses de extraña convalecencia ha sido Boecio, el último romano.
Boecio es el típico autor que te citan en múltiples ocasiones a lo largo de la carrera, pero que desgraciadamente acabas saliendo de la facultad sin haber leído una sola línea de su obra. Aunque no hace falta haber languidecido improductivamente durante cinco largos años en los bancos de la facultad de Filosofía para conocerle: quizás también les suene a los buenos lectores de La Conjura de los necios, de Kennedy Toole.
Precisamente adquirí su libro más famoso para nosotros, La consolación de la filosofía, en un momento especialmente difícil del embrollo médico en el que me vi inmerso.Ya había consultado a Séneca anteriormente, como dejé reflejado por aquí hace unos años, y con buenos resultados: donde esté un buen texto estoico, que se quemen todos los libros de autoayuda ñoños e insubstanciales que inundan nuestras librerías.

Boecio murió en 525 D.C. Suele considerársele como el último de los grandes pensadores clásicos, ya inmerso en plena patrística. La obra en cuestión es realmente una pequeña joya, en la cual podemos encontrar multitud de definiciones de conceptos de filosofía clásicos, y un magistral manejo de los recursos literarios y retóricos de la época. Se supone que antes de ser torturado y ejecutado por motivos políticos, Boecio pasó un año encarcelado, año durante el cual compuso La consolación. La propia Filosofía encarnada viene al lecho de llanto del romano, apartando a su paso a las Musas que se hallan en su cabecera (a las que no duda en calificar de "rameras"), para entablar un diálogo de tipo platónico con el autor, que se duele de haberlo perdido todo y no tener ya nada que esperar del mundo sino su muerte.
Estando así las cosas, Filosofía convencerá al autor no sólo de que su situación no es una desgracia, sino de que a fin de cuentas, el Mal como tal no existe.
Como también plasmé hace años en este blog en una pequeña reflexión acerca del argumento ontológico,dicho argumento,u otros en su línea, van encaminados a demostrar la posibilidad de existencia de  un Dios omnipotente y bueno a pesar de la aparente presencia del mal en el mundo.Desde luego, Boecio va más allá  de los argumentos agustinianos, cartesianos o de San Anselmo: para él, directamente el mal no existe, y cada cual tiene exáctamente el puesto que le corresponde en el mundo. Boecio es prolijo en explicaciones minuciosas e incardinación de argumentos para explicarse. Desde la explicación de qué es y qué podemos esperar los humanos de la Fortuna (tema que sería luego recogido y renovado por Maquiavelo), hasta la proclamación de los primeros principios de la fe en un Dios omnipotente, Boecio recorre un camino arduo,a veces farragoso, en el cual no deja puntada dialéctica sin hilo. Pero simplemente por pasajes como este:
La eternidad es la posesión total y perfecta de una vida interminable
, nos merece la pena aguantar el pequeño esfuerzo.
Hablaremos en otro momento de su influencia en Kennedy Toole y el bueno de Ignatius.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Actualización

Acabo de terminar de pasar las entradas que tenía guardadas y privadas de mi antiguo blog de My Space a este nuevo sitio, blogger.

 En el proceso he depurado y eliminado algunos textos,y he añadido categorías a las entradas.
Hay fundamentalmente dos categorías en el blog: Mi historia y el resto de categorías. El resto de categorías son extractos de obras literarias, letras de canciones o citas, bibliografías, o comentarios de alguna obra. Estos comentarios son para mí lo más importante, pues este blog pretende ser una herramienta de interacción con la literatura como una forma de arte y de vida. La vida del Lector in fabula es la que se va narrando en Mi historia, de forma literaria, convirtiendo los hechos cotidianos, los pensamientos, las reflexiones y aconteceres, en un hecho narrativo más.Porque si no, ni siquiera para mí tendrían el menor interés....