viernes, 22 de febrero de 2013

Sam Savage, Cristal

Cristal
Sam Savage 
Seix Barral ed., biblioteca Formentor, 2012.

Fui muy optimista respecto de esta novela en mi entrada anterior. Ya la he terminado y la verdad, un poco aburrido.
Por mucho que en la contraportada de mi edición prometan " reflexiones filosóficas y humor", yo el humor lo veo más bien poquito, por no decir casi nada. No me siento muy sembrado y sé que esta no va a ser mi mejor entrada, pero es que el libro tampoco la merece. 
Entre Firmin y este, sé que hay otro libro de Savage, El lamento del perezoso, que ahora mismo no me apetece mucho leerme.Quizás algún día releeré Firmin.

Savage cultiva la técnica del monólogo interior durante 237 páginas en las que no pasa prácticamente nada salvo los recuerdos de Edna, la protagonista. Los recuerdos están contados de manera errática, como si se trataran de un verdadero torrente de pensamiento, lo que me hace recordar otros libros clásicos que también utilizan este recurso. Algunos los he leído, otros no, pero me consta que seguro que con mejor acierto que aquí. En la misma novela se menciona a Kerouak y se le hace un guiño al Ulises de Joyce. Creo vagamente recordar que en algún otro momento hay alguna otra referencia velada, pero quizá estaba demasiado aburrido para pillarla.
El error mayor está para mí en la falta de un sustrato real. No me creo la historia de Edna, está todo narrado de forma inverosímil; no me creo el personaje. En Firmin uno podía deslizarse por una suerte de realismo mágico (no sé si es correcto hacer esta comparación), gracias al personaje de la rata personificada. Aquí la rata es, o pretende ser, real, descarnadamente real, de hecho Savage mata a la pobre rata, lo cual me hace plantearme si se trata de un ajuste de cuentas con su primera novela. 
Una señora mayor (¿cuánto, sesenta, ochenta años...?), sufre una crisis existencial a raíz de un suceso aparentemente trivial que acontece en su vida relacionado con su difunto marido, que fue un  escritor más bien fracasado.Se nos cuentan todas las pequeñeces de una vida abocada al desastre final, que, como ya he dicho, se entremezclan con los recuerdos pasados, tampoco muy felices. No me queda claro finalmente si Edna está loca (el personaje queda borroso y en mi opinión existen una serie de lagunas en su historia que impiden la comprensión de una continuidad psicológica). Hay motivos de sobra para creer que tiene problemas mentales , como los episodios de histeria infantil, el supuesto internamiento en un campo terapéutico, o la descripción de su día a día y su comportamiento cotidiano. Todo pese a lo cual, "Ni que decir tiene que no estoy majareta: ahí, podría afirmarse, está el problema.(...)Es una cabeza llena de particularidades". Como me ocurrió con Firmin, la traducción no me convence nada.

Me pone un poco nervioso la metáfora que da nombre al libro, Cristal. Es demasiado obvia y contínua, y encima Savage se para a explicarla: los cristales de las ventanas de la casa de Edna, el cristal del terrario de Nigel, la rata; el cristal roto que forma parte de los edificios, del acuario de la vecina, donde nadan los peces en nihilistas aguas; el cristal que dice Savage que son nuestros ojos, formados de humor vítreo, que se interpone entre la realidad y nuestro cerebro, nosotros mismos. Me hace recordar la metáfora que usa Sábato en El túnel, refiréndose a esas paredes transparentes que separan los túneles por donde transitan los seres humanos, que pueden verse pero jamás encontrarse. Simplemente con este resumen ya se nos hace innecesaria, repetitiva, aburrida, manida y mil veces vista la novela de Savage.

Leo muy buenas críticas, también en la contraportada: no me extraña, teniendo en cuenta que no hay forma alguna de encontrar una novela contemporánea decente o al menos algo original en las librerías.
Creo que voy a seguir una larga temporada con los clásicos.

Vamos, en fin, a salvar los restos:
"Hay un cierto sentido en que esto es en realidad  un relato infantil , porque se trata de lo que nos ocurrió (...) como consecuencia, al menos en parte, de haber sido la clase de criaturas que fuimos de pequeños, de las vidas que vivimos antes de ser nosotros mismos, cuando ya era demasiado tarde para hacer nada al respecto."
Esto me retrata bastante bien, a mí y a parte de mi infantilizada generación incapaz de vivir como adultos, que hemos pasado de la adolescencia directamente a un puente que nos lleva a la senectud sin haber conocido la independencia real, la responsabilidad real, la sensación de llevar las riendas en algún momento.
Hay algún que otro pensamiento así en Cristal que vale la pena rescatar, pero tampoco es gran cosa. Yo, en lo tocante a lo personal, me quedo con este...

jueves, 14 de febrero de 2013

Pequeñeces

Me he tomado unas pequeñas vacaciones del trabajo y llevo encerrado en casa casi una semana.
A ratos leo Cristal, de Sam Savage.
Es una lectura que me viene muy bien, (aunque creo que no se acerca mucho a la calidad de Firmin).
Digo que me viene bien porque me identifico un poco con la protagonista, una señora mayor que vive sola con sus recuerdos, tratando desesperadamente de ponerlos en orden y de dotar de algún tipo de coherencia a una realidad deshecha. Y todo esto mientras una rata doméstica la observa (marca de la casa Savage...).
Hace poco vi un almendro en flor, debe ser de los primeros, y también me asomé a la ventana que da a este horripilante patio de manzana y justo en ese momento alcancé a ver una bandada de aves migratorias que describían hermosos círculos y remolinos para retomar su rumbo. El sol de la tarde bañaba sus alas y arrancaba destellos dorados de sus plumas allá, en lo alto. Desaparecieron en seguida.