lunes, 30 de septiembre de 2013

Miradas furtivas sobre un diario

Cuando empecé a escribir tímidas entradas en My Space, las de mis diarios escritos mermaron, de manera que a día de hoy, es raro que siga escribiendo igual que lo hacía hace quince años. Cuando hube de migrar el contenido de aquel espacio a este blog, el proyecto de continuar fusionando literatura y vida, como expliqué por aquel entonces, se consolidó. Fue tomando una forma propia. Comprendí la manera en que internet había afectado a mi intimidad, animándome a airearla. Es en cierto modo lo que nos ha ocurrido a todos, lo que le ha ocurrido a la sociedad entera.


Hacia 2005 comencé a utilizar la red social My Space, que iba aparejada al hoy desaparecido MSN messenger .Mis contactos de messenger podían ver a través de My Space una suerte de rudimentario blog. La primera entrada que publiqué fue el poema de Rainer Maria Rilke Extinguish Thou my eyes. Así, en su versión inglesa.Posiblemente este acto, lejos de restringir mi visión, amplió mis miras...
Consciente o inconscientemente, la publicación de la entrada supuso para mí algunos descubrimientos: el primero de ellos fue que publicar un texto, aunque fuera ajeno, de manera que quedase colgado en la web abiertamente a los ojos de los demás, suponía una forma de expresión con un enorme potencial a la cual sólo me había acercado hasta el momento hablando diretamente en foros de comunidades. Pero ahora, esto implicaba que iba a tener la posibilidad de comunicar una serie de informaciones subjetivas que hasta ese momento  habían discurrido por otros cauces. Concretamente, por los cauces de mis diarios.

A día de hoy, una veintena de cuadernos y libretas de notas se hallan guardadas en mi casa. En ellos hay más de quince años de reflexiones y pensamientos que apenas he dejado a contadas personas leer a lo largo de todo este tiempo, de manera aislada y excepcional.Porque eso se supone que es, o debe ser, un diario: un diálogo interno, íntimo, con uno mismo; una herramienta terapéutica; un ejercicio de memoria; un pañuelo de lágrimas; un custodio de sueños. El papel que recoge todos los matices de nuestros pensamientos, sentimientos y opiniones; los deseos y los padecimientos, y también, claro está, las mentiras que nos contamos a nosotros mismos. Del grado de sinceridad del escritor depende que también se plasmen las verdades que de otro modo serían inconfesables.
Y una de estas verdades inconfesables es que lo expuesto hasta ahora no es del todo cierto.

La intimidad de un diario es relativa. Los diarios suelen estar expuestos a incursiones de miradas ajenas que, de forma furtiva, los leen a escondidas, como los textos prohibidos que son. Unas veces esto ocurre por preocupacíón de los familiares por el que escribe; otras es la pareja, quien por desconfianza o celos hace esto mismo. También puede ser cualquier curioso que casualmente se tope con ellos. A veces incluso existe un cómplice que facilita la acción, que no es otro que el propio autor. Este puede poner al alcance de la mano sus pensamientos con el objeto de que sean leídos de esta forma.

Y luego está esa suerte de público imaginario para el cual de forma indirecta estamos escribiendo. En un diario, un Yo se escribe a sí mismo, de suerte que se escinde, y queda así desdoblado: el Yo-autor y el Yo- lector. El Yo-autor quedará atrapado para siempre en los ejes del espacio-tiempo desde los que escribe, ejes que determinan su qué, quién y por qué. Pero el Yo-lector cambiará, porque estos ejes de coordenadas variarán inexorablemente. Lo harán en cinco minutos, en un día, en tres años. Así pues, el Yo-lector de multiplica incesantemente.

Este proceso de multiplicidad hace que este Yo entre a formar parte de una nueva categoría fuera del mismo yo: los lectores futuros. Es decir, en suma; que ningun autor posee un control sobre lo que ocurrirá con su obra a través del tiempo. Y un diario, o un conjunto de ellos, es, sin duda, una obra. Se trata de una vida literaturizada, si es que se puede usar esa expresión.

No sé muy bien si esto es lo que uno intuye al comenzar a escribir un diario, pero el caso es que sucede que el autor comienza a dirigirse a un público, un público inconcreto, pero distinto de él. Y con esto quiero llegar ya a mi conclusión: este blog no es, finalmente, un diario íntimo. Su importancia reside para mí, como ya he explicado alguna vez, en permitirme traducir la vida cotidiana en literatura, pero esta vez con un público que puede ser o no anónimo, pero es real y distinto totalmente.Surgen mecanismos de autocensura y defensa, es verdad; pero a la par surgen modos de creación, de imaginación.

Le he tomado cariño a este proyecto tan personal y pequeño, pero para mí, tan enorme y vital. Y por eso espero que en no mucho tiempo, los contenidos migren a un nuevo espacio en los que la información pueda tener una dimensión más comprensible y ordenada, que este peculiar diario necesita.Estoy preparando una nueva migración.