viernes, 18 de octubre de 2013

El apóstata o el principio de contradicción

Era católico, pero me decepcioné hasta tal punto que apostaté. Sin duda ninguna. Ahora soy ateo al cien por cien y no creo en Dios. Compadezco a aquellos que siguen creyendo en él. Sin embargo, de vez en cuándo, me encuentro a mí mismo arrodillado en una iglesia. Cuando salgo,siento una extraña mezcla de sentimientos. Por un lado, siento el rechazo de aquel al que negué, pero por otro, sé que esto es imposible puesto que aquel no existe...

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¿Qué esconden esos grandes ideales heredados del siglo XIX (Amor, Libertad, Nación, Honor, Heroismo...para que sea tan complicado deshacerse de ellos..?¿Hasta qué punto condicionan nuestra vida, hasta qué punto es posible que un día seamos capaces de fluir libremente sin estar atados a ideas y convencionalismos...?¿O será que el ser humano tiene que seguir por fuerza un ideal por descabellado que sea...? o, ¿no será que es el ideal quien nos persigue a nosotros, noche tras noche, rompiendo nuestro sueño, ese hermano de la Muerte, sólo para insuflarnos la vida...?

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